Hace tiempo que el Club Atlético River Plate es un club (cada vez más) politizado en vez de una institución de fútbol. Que es la peor dirigencia de la historia de este club no hay dudas ya que hay números y estadísticas que avalan lo anteriormente dicho. Que es el peor equipo de la historia también es totalmente afirmativo, habiendo tablas de posiciones (salieron últimos el Apertura 2008) y nombres muy precarios en su plantel que confirman lo mencionado. Pero ¿Hacía falta colgar las siete banderas que flamearon durante más de noventa minutos en la popular local del estadio “Monumental” aquél diez de mayo de este año en el partido frente a Lanús? ¿O acaso fue todo parte de una movida política por parte de la actual dirigencia para echarles todas las culpas de los sucesivos fracasos deportivos a los jugadores del plantel y quedar ellos libre de la responsabilidad y culpa del nefasto mandato que vienen realizando José María Aguilar y su Comisión Directiva desde el 2001?.
Cada vez que River juega de local en la cancha hay al menos diez banderas con los colores rojo y blanco y letras negras con algunos de los nombres de los (tantos) candidatos que se postularán para las elecciones de fin de año para suceder al actual presidente Aguilar. Por ejemplo, una bandera que no falta nunca es la que dice “Antonio Caselli 2009”. Otra que también esta siempre dice: “Passarella. Ídolo, jugador, técnico y ahora tiene que ser presidente”. Cada vez son más las banderas relacionadas con la política que abarcan el estadio y hacen que los hinchas ya no vayan a ver solamente un partido de fútbol, sino también campañas para ver quien va a dirigir este club al menos por los próximos cuatro años.
Desde mediados del año pasado que hay muchos grupos apoyando a las más de diez listas candidatas, pero la mayor manifestación (o repudio mejor dicho) se produjo el diez de mayo de este año en el partido contra Lanús (River empató uno a uno) donde un grupo de hinchas, mas específicamente la barra brava, colgaron siete banderas, las cuales todas culpabilizaban a los jugadores del actual plantel de los continuos malos resultados. Las siete banderas decían lo siguiente: “El peor equipo de la historia”, “La peor defensa de la historia”, “De tres arqueros no hacemos uno”, “Pellegrini, Merlo, Astrada, Passarella, Gordillo, Simeone, Rodríguez, y ahora van por Pipo?”, “Háganse cargo, esta camiseta les queda grande”, “Por su historia, sus glorias y su gente, ustedes no se merecen esta camiseta”, “El peor campeonato de la historia: 2008-2009 últimos”.
Si se lee bien cada una de las frases colocadas en estas banderas, se ve claramente que ninguna apunta al actual director técnico, Néstor Gorosito (actitud acertada ya que el actual cuerpo técnico está al frente del equipo hace tan sólo seis meses y el fracaso deportivo viene de hace un tiempo más prolongado), y tampoco critica a la actual dirigencia, que desde que asumió en el 2001 suma más fracasos que logros, tanto en lo deportivo como en lo institucional. Esta misma gente que colocó las banderas ese día defendiendo (o no acusando) a la gestión presidida por Aguilar es la que va todos los domingos a la cancha a “alentar” al equipo con entradas que les provee la dirigencia no solo para ingresar al estadio sino también para revender y así vivir de éste redituable negocio llamado fútbol.
También, muchos de esos mismos jugadores acusados en esas banderas, fueron comprados por la dirigencia, sin que el técnico de turno lo pidiera, para ganar más dinero por una futura venta. El mejor ejemplo de lo mencionado en éste párrafo es el de Mauro Rosales que fue adquirido en el 2007 por la suma total de 3.500.000 dólares, no siendo pedido por el director técnico de turno (en ese momento era Daniel Passarella, actual candidato a presidente de la institución en las elecciones de fin de año) que en aquel momento había solicitado al delantero uruguayo Gonzalo Castro que jugaba en Nacional de Montevideo y los dirigentes le trajeron a Rosales pensando que en el futuro el jugador iba a cotizarse mucho más del precio de compra y así iban a ganar mucho dinero con su venta, cosa que nunca ocurrió ya que el delantero está cada vez más devaluado debido a que tiene (y tuvo) poca continuidad y las pocas veces que la logró (este semestre con Gorosito y al principio de la era Simeone) no rindió como se esperaba dentro del campo de juego y volvió rápidamente a ser suplente.
Otro de los tantos e(ho)rrores deportivos que cometió esta dirigencia, se llama Robert Flores, jugador uruguayo cedido a préstamo por el Villareal de España a mediados del 2008, equipo con el cual Aguilar tiene una excelente relación ya que le vendió porcentajes de muchos juveniles y figuras del plantel “Millonario” como Buonanotte, Abelairas, y muchos otros, para que en River se mostrara, se cotizara y así el club europeo pueda venderlo (pasó lo mismo que con Rosales), ya que nunca le interesaron los atributos futbolísticos del jugador, sino que utilizó a River para tal fin.
Más allá de todos los jugadores que fueron utilizados por Aguilar para tapar cuestiones extrafutbolísticas con jugadores de renombre que no le pertenecen al club y cuando son vendidos, la institución se queda sin jugador y sin dinero (Diogo, Alexis Sánchez), lo que más se le critica a este nefasto mandato de Aguilar, es la interna de la barra brava de River, denominada como “Los Borrachos del tablón”
Esta sangrienta interna comenzó luego del Mundial de Alemania 2006, cuando uno de los jefes de la barra. Alan Schlenker (el otro es Adrián Rousseau), se quedó con un gran porcentaje de lo recaudado en la Copa del Mundo (se dice que la cifra ronda entre los 60.000 y 80.000 pesos) y no repartió lo acordado con los demás integrantes de la barra, lo cual derivó que “Los borrachos” se dividieran en dos facciones, “La banda de Palermo” (liderada por Alan y su hermano William) y “La barra del oeste”, cuyo líder es Adrián Rousseau.
Posteriormente a esa división, se produjo una masacre en los quinchos del “Monumental” horas previas a un partido contra Lanus, conocida como “La batalla de los quinchos”, en la cual hubo un herido de bala y dos de arma blanca.
Una vez finalizado el torneo se creía que finalmente reinaría la paz, pero no fue así. El siete de agosto de 2007 ocurrió algo inesperado, la mano derecha de Adrián hasta ese momento, Martín Gonzalo Acro, fue baleado a quemarropa a la salida de un gimnasio, produciendo (30 horas después) su muerte. Acro, según Aguilar trabajaba de maestranza en el club y ganaba 5000 pesos por mes. ¿Por qué un integrante de un grupo que delinque constantemente trabaja en club tan prestigioso como River? ¿Desde cuando un personal de maestranza 5000 pesos por mes? ¿Acro trabajaba de algo más que de maestranza? Éstas son solo preguntas que sabe y nunca va a responder (con la verdad) José María Aguilar.
Hoy en día casi todos los integrantes de la banda de Alan (inclusive él y su hermano William), menos dos que están prófugos de la justicia, se encuentran presos en el penal de Marcos Paz a la espera del juicio oral que se realizará en agosto de este año y dictará la sentencia final a todos loa imputados. Los que más complicados están son los hermanos Schlenker, acusados de autores intelectuales del crimen, y Ariel Luna, acusado de haber disparado el arma que mató a Acro.
Por otra parte Adrián, a pesar de tener muchas causas judiciales (menores que crímenes) por robo con armas blancas, de fuego, incitación a la violencia, etcétera, sigue libre cometiendo delitos y pese a que Aguilar dijo una vez que muchos integrantes de la barra (entre ellos Rousseau) no iban a entrar más a la cancha, alguna que otra vez se lo ha visto a Adrián entrando con bombos y banderas en algún partido.
El sentimiento que mantenía el verdadero hincha (algunos todavía tienen esa sensación) de ir a la cancha, alentar al equipo, ver los colores de esa sagrada camiseta, se ha transformado en un negocio llamado fútbol. ¿Se terminará alguna vez? Con presidentes como Aguilar…
Cada vez que River juega de local en la cancha hay al menos diez banderas con los colores rojo y blanco y letras negras con algunos de los nombres de los (tantos) candidatos que se postularán para las elecciones de fin de año para suceder al actual presidente Aguilar. Por ejemplo, una bandera que no falta nunca es la que dice “Antonio Caselli 2009”. Otra que también esta siempre dice: “Passarella. Ídolo, jugador, técnico y ahora tiene que ser presidente”. Cada vez son más las banderas relacionadas con la política que abarcan el estadio y hacen que los hinchas ya no vayan a ver solamente un partido de fútbol, sino también campañas para ver quien va a dirigir este club al menos por los próximos cuatro años.
Desde mediados del año pasado que hay muchos grupos apoyando a las más de diez listas candidatas, pero la mayor manifestación (o repudio mejor dicho) se produjo el diez de mayo de este año en el partido contra Lanús (River empató uno a uno) donde un grupo de hinchas, mas específicamente la barra brava, colgaron siete banderas, las cuales todas culpabilizaban a los jugadores del actual plantel de los continuos malos resultados. Las siete banderas decían lo siguiente: “El peor equipo de la historia”, “La peor defensa de la historia”, “De tres arqueros no hacemos uno”, “Pellegrini, Merlo, Astrada, Passarella, Gordillo, Simeone, Rodríguez, y ahora van por Pipo?”, “Háganse cargo, esta camiseta les queda grande”, “Por su historia, sus glorias y su gente, ustedes no se merecen esta camiseta”, “El peor campeonato de la historia: 2008-2009 últimos”.
Si se lee bien cada una de las frases colocadas en estas banderas, se ve claramente que ninguna apunta al actual director técnico, Néstor Gorosito (actitud acertada ya que el actual cuerpo técnico está al frente del equipo hace tan sólo seis meses y el fracaso deportivo viene de hace un tiempo más prolongado), y tampoco critica a la actual dirigencia, que desde que asumió en el 2001 suma más fracasos que logros, tanto en lo deportivo como en lo institucional. Esta misma gente que colocó las banderas ese día defendiendo (o no acusando) a la gestión presidida por Aguilar es la que va todos los domingos a la cancha a “alentar” al equipo con entradas que les provee la dirigencia no solo para ingresar al estadio sino también para revender y así vivir de éste redituable negocio llamado fútbol.
También, muchos de esos mismos jugadores acusados en esas banderas, fueron comprados por la dirigencia, sin que el técnico de turno lo pidiera, para ganar más dinero por una futura venta. El mejor ejemplo de lo mencionado en éste párrafo es el de Mauro Rosales que fue adquirido en el 2007 por la suma total de 3.500.000 dólares, no siendo pedido por el director técnico de turno (en ese momento era Daniel Passarella, actual candidato a presidente de la institución en las elecciones de fin de año) que en aquel momento había solicitado al delantero uruguayo Gonzalo Castro que jugaba en Nacional de Montevideo y los dirigentes le trajeron a Rosales pensando que en el futuro el jugador iba a cotizarse mucho más del precio de compra y así iban a ganar mucho dinero con su venta, cosa que nunca ocurrió ya que el delantero está cada vez más devaluado debido a que tiene (y tuvo) poca continuidad y las pocas veces que la logró (este semestre con Gorosito y al principio de la era Simeone) no rindió como se esperaba dentro del campo de juego y volvió rápidamente a ser suplente.
Otro de los tantos e(ho)rrores deportivos que cometió esta dirigencia, se llama Robert Flores, jugador uruguayo cedido a préstamo por el Villareal de España a mediados del 2008, equipo con el cual Aguilar tiene una excelente relación ya que le vendió porcentajes de muchos juveniles y figuras del plantel “Millonario” como Buonanotte, Abelairas, y muchos otros, para que en River se mostrara, se cotizara y así el club europeo pueda venderlo (pasó lo mismo que con Rosales), ya que nunca le interesaron los atributos futbolísticos del jugador, sino que utilizó a River para tal fin.
Más allá de todos los jugadores que fueron utilizados por Aguilar para tapar cuestiones extrafutbolísticas con jugadores de renombre que no le pertenecen al club y cuando son vendidos, la institución se queda sin jugador y sin dinero (Diogo, Alexis Sánchez), lo que más se le critica a este nefasto mandato de Aguilar, es la interna de la barra brava de River, denominada como “Los Borrachos del tablón”
Esta sangrienta interna comenzó luego del Mundial de Alemania 2006, cuando uno de los jefes de la barra. Alan Schlenker (el otro es Adrián Rousseau), se quedó con un gran porcentaje de lo recaudado en la Copa del Mundo (se dice que la cifra ronda entre los 60.000 y 80.000 pesos) y no repartió lo acordado con los demás integrantes de la barra, lo cual derivó que “Los borrachos” se dividieran en dos facciones, “La banda de Palermo” (liderada por Alan y su hermano William) y “La barra del oeste”, cuyo líder es Adrián Rousseau.
Posteriormente a esa división, se produjo una masacre en los quinchos del “Monumental” horas previas a un partido contra Lanus, conocida como “La batalla de los quinchos”, en la cual hubo un herido de bala y dos de arma blanca.
Una vez finalizado el torneo se creía que finalmente reinaría la paz, pero no fue así. El siete de agosto de 2007 ocurrió algo inesperado, la mano derecha de Adrián hasta ese momento, Martín Gonzalo Acro, fue baleado a quemarropa a la salida de un gimnasio, produciendo (30 horas después) su muerte. Acro, según Aguilar trabajaba de maestranza en el club y ganaba 5000 pesos por mes. ¿Por qué un integrante de un grupo que delinque constantemente trabaja en club tan prestigioso como River? ¿Desde cuando un personal de maestranza 5000 pesos por mes? ¿Acro trabajaba de algo más que de maestranza? Éstas son solo preguntas que sabe y nunca va a responder (con la verdad) José María Aguilar.
Hoy en día casi todos los integrantes de la banda de Alan (inclusive él y su hermano William), menos dos que están prófugos de la justicia, se encuentran presos en el penal de Marcos Paz a la espera del juicio oral que se realizará en agosto de este año y dictará la sentencia final a todos loa imputados. Los que más complicados están son los hermanos Schlenker, acusados de autores intelectuales del crimen, y Ariel Luna, acusado de haber disparado el arma que mató a Acro.
Por otra parte Adrián, a pesar de tener muchas causas judiciales (menores que crímenes) por robo con armas blancas, de fuego, incitación a la violencia, etcétera, sigue libre cometiendo delitos y pese a que Aguilar dijo una vez que muchos integrantes de la barra (entre ellos Rousseau) no iban a entrar más a la cancha, alguna que otra vez se lo ha visto a Adrián entrando con bombos y banderas en algún partido.
El sentimiento que mantenía el verdadero hincha (algunos todavía tienen esa sensación) de ir a la cancha, alentar al equipo, ver los colores de esa sagrada camiseta, se ha transformado en un negocio llamado fútbol. ¿Se terminará alguna vez? Con presidentes como Aguilar…